Ejercicio y prevención del riesgo cardiovascular

Jesús Granadilla
¿Qué cambios va a experimentar mi vida? ¿Puedo seguir practicando mi actividad deportiva/recreacional? ¿Qué puedo para prevenir otro evento similar?
Éstas son sólo algunas de las múltiples preguntas que puede hacerse una persona que ha padecido algún evento coronario, cuya vida se torna en un mar de dudas. Antes de dar respuesta a todas estas preguntas, pongamos un poco en contexto la patología coronaria, los principales factores de riesgo y de qué forma afecta en la vida de las personas.
En primer lugar, cabe destacar que en España las enfermedades cardiovasculares ocupan el segundo puesto como causa de defunción en el año 2020, con un aumento del 1,4% con respecto al año anterior (INE 2021).
Por otro lado, las personas que han sufrido un evento coronario presentan una disminución en el consumo máximo de oxígeno (VO2máx.), es decir, de la función cardiorrespiratoria. Esto se traduce una mayor dificultad para realizar las actividades de la vida diaria al disminuir la capacidad para soportar esfuerzos, aumentar de la fatiga, dificultad para respirar (disnea) y una intolerancia al ejercicio físico.
Por último, cabe destacar la importancia de los principales factores de riesgo para la prevención de una enfermedad coronaria. La inactividad física juega un papel vital en este tipo de patologías, ya que disminuye la calidad de vida y la tolerancia al ejercicio (Winzer et al., 2018). En España el 46,5% de los hombres y el 54.8% de las mujeres no realizan ninguna actividad física en su tiempo de ocio. Otros factores de riesgo que tienen estrecha relación con el sedentarismo son el consumo de tabaco, un mayor porcentaje graso, la diabetes mellitus y la hipertensión arterial.
¿Y qué papel juega el ejercicio físico en todo esto?
Se trata de una herramienta que mejora los niveles de calidad de vida en un 27%, la función cardiorrespiratoria (VO2máx.) en un 26% y que reduce la aparición de eventos cardíacos en un 20%. Todo ello con el mayor nivel de evidencia, clase I y nivel A (Visseren et al., 2021).
Para la obtención de estas mejoras, comúnmente se ha recurrido al trabajo aeróbico continuo. Sin embargo, tal y como nos muestra Ballesta et al., 2019, el entrenamiento interválico de alta intensidad (tiempos de trabajo con umbral cercano al 80-95% del VO2máx.) es una válida herramienta de mejora de la función cardiorrespiratoria en pacientes con insuficiencia cardíaca y enfermedad arterial coronaria. Asimismo, el entrenamiento aeróbico junto con 2/3 sesiones de entrenamiento de fuerza es recomendado para prevenir la mortalidad en todas sus causas (Visseren et al., 2021).
En definitiva, el ejercicio físico juega un papel fundamental en la prevención del riesgo cardiovascular por sus múltiples efectos beneficiosos. Todo ello, siempre adaptado de forma individual a las características y el contexto de cada persona.

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